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miércoles, 20 de febrero de 2008

Los 41 años de Kurt Cobain

El 20 de febrero próximo Kurt Cobain cumpliría 41 años. No llegaría a esa edad, le sobrevivirían su imagen, prestada de las primeras víctimas del neoliberalismo, los hijos de los obreros despedidos del Potomac, que portaban la ropa usada de sus padres; quedan los 15 millones de copias de Nevermind, un álbum que no se parecía a nada de la música que se oía en los medios en septiembre de 1991; queda el legado de la música garage/postpunk/desencantada, la rebeldía y la astucia de una música que si bien no era del todo novedosa pasaría al primer plano con el marbete de grunge y con grupos como Alice In Chains, Pearl Jam o Soundgarden.
Quedan sus diarios, publicados en 2002, en donde escribió "Espero morir antes de convertirme en Pete Townshend", parafraseando "My Generation" de The Who. El destino es cabrón: Pete Townshend está vivo y Kurt Cobain no.
Queda el joven componiendo debajo de un puente Something In The Way. Queda Aberdeen, en el estado de Maryland, ciudad que habitó desde los seis meses de edad, donde prevalecen el desempleo (una ciudad de niebla, nieve construida por leñadores), el alcoholismo, la violencia doméstica… y una proporción de 27 suicidios por cada 10 mil habitantes; queda el Ridilin, el medicamento que le suministraron desde niño para controlar sus problemas de hiperactividad y falta de atención. Queda la historia de una familia disfuncional, una madre separada cuando Kurt tiene siete años, vuelta a casar con un enfermo mental, un pequeño como el de la película de Lasse Hallström, Mi vida como perro, que va de casa en casa.
Queda Kris Novoselic que como se dice en la red, parece cada día más a un empresario, lo último que se le sabe es que publica una colaboración en el Seattle Weekly, en forma de blog en que diserta sobre medios, tecnología y… anarquismo: http://portalternativo.com/noticia/1772; queda Dave Grohl, cada día más prolífico con Foo Fighters; queda el litigio de ambos contra la Love por los derechos de difusión del material de Nirvana.
Queda una vida de dolor y tormentos signada por una pareja que ni mandada a hacer para una tragedia y una sospecha, tal como lo ilustra el documental Kurt y Courtney de Nick Bloomfield; quedan los últimos compañeros de Cobain: una jeringa, una pistola y un gran charco de sangre encontrados el 8 de abril de 1994; quedan las confesiones del adicto amante de Courtney Love, Eldon Hoke "El Duce" que afirmó que aquella le ofreció 50 mil dólares para ejecutar al músico: meses después de este testimonio, fue asesinado; queda una investigación irregular, desaparición de evidencias, un consumo de heroína que hubiera hecho imposible el accionar la escopeta con la que en teoría se quitó la vida, un cadáver que aparece tres días después y que por petición de Courtney no es sometida a exámenes periciales. El mismo día pero del año 2002 moriría el vocalista de Alice in Chains, Laney Staley.
Queda una nota de despedida que se sospechó era de suicidio (se dice que hay una segunda nota en poder de Courtney, la cual claro no se conoce): “Ya hace demasiado tiempo que no me emociono ni escuchando ni creando música, ni tampoco escribiéndola, ni siquiera haciendo rock'n'roll. Me siento increíblemente culpable… Simular que melo estoy pasando el 100% bien sería el peor crimen que me pudiese imaginar… Necesito estar un poco anestesiado para recuperar el entusiasmo que tenía cuando era un niño… Sólo hay bien en mí, y pienso que simplemente amo demasiado a la gente. Tanto, que eso me hace sentir jodidamente triste. El típico piscis triste, sensible, insatisfecho, ¡dios mío! ¿por qué no puedo disfrutar? ¡no lo sé!... No puedo soportar la idea de que FRANCES se convierta en una rockera siniestra, miserable y autodestructiva como en lo que me he convertido yo. Lo tengo todo, todo. Y lo aprecio, pero desde los siete años odio a la gente en general... Se me ha acabado la pasión, y recuerden que es mejor quemarse que apagarse lentamente…”
Queda la hija de ambos, Frances (“la mejor droga del planeta”, según su orgulloso padre), que tenía dos años a la muerte de Kart y que ahora está en sus 16 que acaba de protagonizar la última versión de la Evita de Lloyd Weber en Broadway. Antes lo hizo en la versión de La Bella y la Bestia. Anteriormente fue imagen de campañas publicitarias, como la de Chanel.
Y, claro, queda la música. Hoy, como en los buenos años 90, habrá que citar una vez más a Kurt Cobain: “Soy un hombre sin vida, pero que ama a la música".

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