Radio FAP presenta: Canciones para borrachos
martes, 7 de diciembre de 2010
ACUERDOS DEL FAP
lunes, 29 de noviembre de 2010
UN EJERCICIO DEMOCRÁTICO EN EL FAP Y CONVOCATORIA
jueves, 11 de noviembre de 2010
La revolución pendiente es la de la bondad
La muerte es un proceso "natural, casi inconsciente".
"Entraré en la nada y me disolveré en ella"
"Espero morir como he vivido, respetándome a mí mismo como condición para respetar a los demás y sin perder la idea de que el mundo debe ser otro y no esta cosa infame"
Momentos
Hay momentos así en la vida: se descubre inesperadamente que la perfección existe, que es también ella que viaja en el tiempo, vacía, transparente, luminosa y que a veces (raras veces) viene en nuestra dirección, nos rodea durante breves instantes y continúa hacia otros parajes y otras gentes.
Enfermedad
“Las tres enfermedades del hombre actual son la incomunicación, la revolución tecnológica y su vida centrada en su triunfo personal”
Optimista
Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay.
Ciego
Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran.
Secreto
No te pido que me lo cuentes todo, tienes derecho a guardar tus secretos, con una única e irrenunciable excepción, aquellos de los que dependa tu vida, tu futuro, tu felicidad, ésos quiero saberlos, tengo derecho, y tú no me lo puedes negar.
Democracia
El poder real es económico, entonces no tiene sentido hablar de democracia.
Escribir
No busques trabajo: escribe.
Sentido
Si hay que buscar el sentido de la música, de la filosofía, de una rosa, es que no estamos entendiendo nada.
La Derrota
La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva.
Educar para la paz
Resulta mucho más fácil educar a los pueblos para la guerra que para la paz. Para educar en el espíritu bélico basta con apelar a los más bajos instintos. Educar para la paz implica enseñar a reconocer al otro, a escuchar sus argumentos, a entender sus limitaciones, a negociar con él, a llegar a acuerdos. Esa dificultad explica que los pacifistas nunca cuenten con la fuerza suficiente para ganar… las guerras.
Un descanso en el camino
El viajero es feliz. Nunca en la vida ha tenido tan poca prisa. Se sienta al borde de uno de estos sepulcros, acaricia con las puntas de los dedos la superficie del agua, tan fría y tan viva, y, por un momento, cree que va a descifrar todos los secretos del mundo. Es una ilusión que lo asalta muy de tiempo en tiempo, no se lo tomen a mal.
La hora de los valores humanos
El fracaso del capitalismo financiero, hoy tan obvio, debería ayudarnos a la defensa de la dignidad humana por encima de todo.
Ciudadanos, que no clientes
Nosotros estamos asistiendo a lo que llamaría la muerte del ciudadano y, en su lugar, lo que tenemos y, cada vez más, es el cliente. Ahora ya nadie te pregunta qué es lo que piensas, ahora te preguntan qué marca de coche, de traje, de corbata tienes, cuánto ganas…
Cada vez más solos
Creo que todos nosotros debemos repensar lo que estamos haciendo. Bien está que nos divirtamos, que vayamos a la playa, a la fiesta, al fútbol, que esta vida son dos días, y que quien venga detrás que cierre la puerta. Pero si no nos decidimos a mirar el mundo gravemente, con ojos severos y evaluadores, lo más seguro es que nos quede un día solo por vivir, lo más cierto es que dejaremos la puerta abierta a un vacío infinito de muerte, oscuridad y fracaso.
Responsabilidad
Las miserias del mundo están ahí, y sólo hay dos modos de reaccionar ante ellas: o entender que uno no tiene la culpa y por tanto encogerse de hombros y decir que no está en sus manos remediarlo —y esto es cierto—, o bien asumir que, aun cuando no está en nuestras manos resolverlo, hay que comportarse como si así lo fuera.
Minutos, días
Todos los días tienen su historia, un solo minuto daría para contar durante años, el mínimo gesto, el desbroce minucioso de una palabra, de una sílaba, de un sonido, por no hablar ya de los pensamientos, que es cosa de mucha enjundia pensar en lo que se piensa, o se pensó, o se está pensando, y qué pensamiento es ese que piensa el otro pensamiento....no acabaríamos nunca.
Intervenir
Hemos inventado una especie de piel gruesa que nos defiende de esa agresión de la realidad, que nos llevaría a asumirla, a enterarnos de lo que está pasando y a hacer lo que finalmente se espera de un ciudadano, que es la intervención. “Si España va bien, es una excepción, porque el mundo no va bien”.
Libros
Empezar a leer fue para mí como entrar en un bosque por primera vez y encontrarme de pronto con todos los árboles, todas las flores, todos los pájaros. Cuando haces eso, lo que te deslumbra es el conjunto. No dices: me gusta este árbol más que los demás. No, cada libro en que entraba lo tomaba como algo único.
La pregunta
Y yo pregunto a los economistas políticos, a los moralistas, si han calculado el número de personas que es necesario condenar a la miseria, al trabajo desproporcionado, a la desmoralización, a la infancia, a la ignorancia, a la desgracia invencible, a la penuria absoluta, para producir un rico?
Palabras
Afortunadamente hay palabras para todo. Afortunadamente existen algunas que no se olvidarán de recomendar que quien da, debe dar con las dos manos, para que ninguna de ellas se quede lo que a otros les pertenecería. Así como la bondad no tiene porqué avergonzarse de ser bondad, tampoco la justicia deberá olvidarse de que es, por encima de todo, restitución, restitución de derechos. Todos ellos, empezando por el derecho elemental de vivir dignamente. Si a mí me mandaran colocar por orden de precedencia la caridad, la justicia y la bondad, el primer lugar se lo daría a la bondad, el segundo a la justicia y el tercero a la caridad. Porque la bondad, por si sola, ya dispensa la justicia y la caridad, la justicia justa ya contiene en si caridad suficiente. La caridad es lo que resta cuando no hay ni bondad ni justicia.
Vivo, vivísimo
Intento ser, a mi manera, un estoico práctico, pero la indiferencia como condición de la felicidad nunca ha tenido lugar en mi vida, y si es cierto que busco obstinadamente el sosiego de espíritu, cierto es también que no me he liberado ni pretendo liberarme de las pasiones. Trato de habituarme sin excesivo dramatismo a la idea de que el cuerpo no solo es finible, sino que de cierto modo es ya, en cada momento, finito. ¿Qué importancia puede tener eso, si cada gesto, cada palabra, cada emoción son capaces de negar, también en cada momento, esa finitud? Verdaderamente me siento vivo, vivísimo, cuando, por una razón u otra, tengo que hablar de la muerte…
¿Qué?
Las preguntas ¿Quién eres? o ¿Quién soy? tienen respuestas fáciles: uno cuenta su vida y así se presenta a los otros. La pregunta que no tiene respuesta se formula de otra manera: ¿Qué soy yo? No “quien”, sino “qué”. La persona que se haga esta pregunta se enfrentará a una página en blanco y lo peor es que no será capaz de escribir una sola palabra.
Decimos
Decimos a los confusos, Conócete a ti mismo, como si conocerse a sí mismo no fuese la quinta y más difícil operación de las aritméticas humanas.
Decimos a los abúlicos, Querer es poder, como si las realidades atroces del mundo no se divirtieran invirtiendo todos los días la posición relativa de los verbos.
Decimos a los indecisos, Comenzar por el principio, como si ese principio fuese la punta siempre visible de un hilo mal enrollado del que bastase tirar y seguir tirando hasta llegar a la otra punta, la del final, y como si, entre la primera y la última, hubiéramos tenido siempre en las manos un hilo firme y continuo del que no ha sido necesario deshacer nudos ni desenredar marañas, cosa imposible que suceda en la vida de los ovillos, y, si se nos permite otra frase de efecto, en los ovillos de la vida.
Otra lectura de la crisis
La mentalidad antigua se formó en una gran superficie que se llamaba catedral; ahora se forma en otra gran superficie que se llama centro comercial. El centro comercial no es sólo la nueva iglesia, la nueva catedral, es también la nueva universidad. El centro comercial ocupa un espacio importante en la formación de la mentalidad humana. Se ha acabado la plaza, el jardín o la calle como espacio público y de intercambio. El centro comercial es el único espacio seguro y el que crea la nueva mentalidad. Una nueva mentalidad temerosa de ser excluida, temerosa de la expulsión del paraíso del consumo y por extensión de la catedral de las compras.
¿Y ahora qué tenemos? La crisis.
¿Será que vamos a volver a la plaza o la universidad? ¿A la filosofía?
Pensar, pensar
Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte.
Otras frases:
“Yo no escribo para agradar ni para desagradar; yo escribo para desasosegar";
La destrucción de empleos por la crisis "es un crimen financiero contra la humanidad que debería ser llevado a juicio", y "los responsables son conocidos".
"La importancia que puede tener usar una palabra en vez de otra, aquí, más allá, un verbo más certero, un adjetivo menos visible, parece nada y finalmente lo es todo".
-"Llevamos siglos preguntándonos los unos a los otros para qué sirve la literatura y el hecho de que no exista respuesta no desanimará a los futuros preguntadores”
miércoles, 3 de noviembre de 2010
ACUERDOS DEL FAP CHELETÓN
sábado, 23 de octubre de 2010
jueves, 21 de octubre de 2010
CHELETÓN 2010

miércoles, 6 de octubre de 2010
RESOLUTIVOS DEL FAP BICENTENARIO
jueves, 23 de septiembre de 2010
POR FIN: ATENTA CONVOCATORIA AL FAP BICENTENARIO
viernes, 20 de agosto de 2010
"Compongo para no odiar y canto para no volverme loca"
viernes, 13 de agosto de 2010
LEONARD COHEN, LIVE IN LONDON
En marzo del año pasado empezó a difundirse la grabación (CD y DVD) del concierto que marcó el regreso del canadiense luego de 15 años sin pisar escenarios y sin disco nuevo desde 2004.
El hecho no pasó inadvertido en su momento, pero luego de unos meses el impacto que dejó este material parece crecer. La grabación en vivo del 2009 o quizás de más años proviene de un hombre de 74 años, con 40 de carrera. El evento fue registrado el 17 de julio de 2008 en el 02 Arena de Londres. Fue uno de los 84 conciertos que Leonard Cohen ofreció en su gira mundial de 2008, a los que asistieron más de 700.000 personas.
Tras su estancia de cinco años (1994-1999) en el monasterio californiano Mount Baldy Zen Center y la sonada estafa en 2005 de su ex representante y amante esporádica Kelley Lynch, que se llevó más de cinco millones de dólares que el artista guardaba para su retiro dejándole sólo 150.000 dólares en su cuenta bancaria, la vuelta de Leonard Cohen a los escenarios ha sido acogida con fervor por público y crítica. "Una lección magistral" (The Independent, Irlanda), "Un concierto para recordar" (The National Post, Canadá), "Un recital épico ante una audiencia extasiada" (Mcleans, Canadá), "Encantador, alegre, conmovedor y sexy" (Toronto Sun, Canadá), "Una actuación imponente" (Rolling Stone), "Un acontecimiento cultural de dimensiones bíblicas" (The Independent), "Inmaculado, maravilloso, exquisito en su primer concierto en Inglaterra en 15 años" (Daily Telegraph).
En Live In London pasan revista 26 canciones imperdibles con versiones honestas, sin maquillaje ni estridencia; íntimas desde su telón azul y la elegancia en la interpretación: Suzanne, Dance Me To The End Of Love, Tower Of Song, Sisters Of Mercy, Hallelujah, So Long Marianne, The Future, Ain’t No Cure For Love, Bird On The Wire, Who Be Fire, I’m Your Man, Take This Waltz, First We Take Manhattan...
En 1967 Leonard Cohen (1934, Montreal) publicó su primer álbum. Songs of Leonard Cohen apareció en 1967 como un bálsamo perpetuo con canciones como Suzanne, Sisters of Mercy o So Long Marianne. A lo largo de su carrera, Leonard Cohen ha publicado 11 discos de estudio y 11 libros de poesía y prosa desde que en 1956 editó Let Us Compare Mythologies, su primer libro de poemas.
A su ingreso al Salón de la Fama del Rock, Lou Reed dijo al presentarlo que era una dicha compartir este tiempo con el bardo. En su intervención, Cohen por discurso recitó Tower of Song, cuya idea central es que todos los compositores viven en dicha torre, encerrados como monjes y pagando la renta con sangre, sudor y lágrimas convertidas en canciones.
La canción es una carta. ¨Son las cuatro de la mañana, a finales de diciembre. Te escribo para saber si estás mejor. Nueva York es frío, pero me gusta donde vivo. La música en la calle Clinton suena toda la noche”.
La carta está dirigida a un hombre que sedujo a su mujer: “Cuando ella regresó a casa conmigo, no era la esposa de nadie”.
Pero la línea más dolorosa de todas dice: “Y te agradezco que le quitaras la aflicción de los ojos, yo pensé que había estado ahí desde siempre, así que jamás lo intenté”.
Finalmente: “¿Y qué puedo decirte, mi amigo, mi asesino? ¿Qué más podría agregar? Supongo que te extraño, supongo que te perdono. Me alegro de que te hayas cruzado en mi camino”. Y como una carta se firma, la última línea de la canción es: “Sinceramente, L. Cohen”.
jueves, 5 de agosto de 2010
Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe
El amor eterno dura aproximadamente 3 meses
El amor es como la enfermedad: siempre termina en la cama.
No te metas en el mundo de las drogas... Ya somos muchos y hay muy poca
Todo tiempo pasado fue anterior.
Tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria.
El que nace pobre y feo, tiene grandes posibilidades de que al crecer...se le desarrollen ambas condiciones.
Los honestos son inadaptados sociales
El que quiera celeste, que mezcle azul y blanco.
Pez que lucha contra la corriente, muere electrocutado.
La esclavitud no se abolió, se cambio a 8 hs diarias.
Si la montaña viene hacia ti... Corre! Es un derrumbe.
Lo importante no es ganar, sino es hacer perder al otro.
No soy un completo inútil... Por lo menos sirvo de mal ejemplo.
La droga te buelbe vruto.
Si no eres parte de la solución...eres parte del problema.
Errar es humano...pero echarle la culpa a otro, es mas humano todavía.
Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe.
Yo no sufro de locura... la disfruto a cada minuto.
Es bueno dejar el trago, lo malo es no acordarse donde.
El dinero no hace la felicidad...la compra hecha!
Una mujer me arrastró a la bebida...Y nunca tuve la cortesía de darle las gracias.
Si tu novia perjudica tu estudio, deja el estudio y perjudica a tu novia.
La inteligencia me persigue, pero yo soy más rápido.
Huye de las tentaciones... despacio, para que puedan alcanzarte.
La verdad absoluta no existe...y esto es absolutamente cierto.
Hay un mundo mejor, pero es carísimo.
Ningún tonto se queja de serlo. No les debe ir tan mal.
Estudiar es desconfiar de la inteligencia del compañero de al lado.
La mujer que no tiene suerte con los hombres...no sabe la suerte que tiene!
No hay mujer fea, sólo belleza rara.
La pereza es la madre de todos los vicios y como madre... hay que respetarla.
Si un pajarito te dice algo...debes estar loco pues los pájaros no hablan.
En cada madre hay una suegra en potencia.
Lo importante es el dinero, la salud va y viene.
Trabajar nunca mató a nadie...pero, para qué arriesgarse?
No te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella.
Felices los que nada esperan, porque nunca serán defraudados.
El alcohol mata lentamente...No importa, no tengo prisa.
La confusión esta clarísima.
Mátate estudiando y serás un cadáver culto.
Lo triste no es ir al cementerio, sino quedarse.
Hay 2 palabras que te abrirán muchas puertas: "Tire y Empuje"
Para que tomar y manejar si puedes fumar y volar?
Dios mío dame paciencia...Pero dámela YA!
De cada diez personas que miran televisión, cinco son la mitad.
Si aquel que dice ser tu mejor amigo te clava un puñal por la espalda, debes desconfiar de su amistad.
Vivirá una historia de amor con final trágico... ¡Se casará!
Al enemigo nunca le damos tregua, ¡siempre se la pedimos!
Es fácil obrar mal y después arrepentirse, lo difícil es arrepentirse y después obrar mal.
Cuando hablo de cultura estoy hablando de cultura con Q mayúscula.
Cuantos más años a cuestas, más te cuesta y menos te acuestas.
Muchas veces mis alumnos me preguntan si la hermenéutica telúrica incaica transtrueca la peripatética notrética de la filosofía aristotélica, por la inocuidad fáctica de los diálogos socráticos no dogmáticos… yo siempre les respondo que no... que no sé.
Siempre supo poner por encima de los mezquinos intereses partidistas, los supremos intereses personales.
Me duele que se piense que el nuestro es un gobierno autoritario. Que no se piense eso, es una orden.
Aceptamos que a nosotros el paso del tiempo nos ha modificado. En materia de sexo, por ejemplo, lo que antes nos parecía moralmente inaceptable ahora nos resulta tristemente inalcanzable.
Amigos se ganan y se pierden. Enemigos se acumulan.
Lo malo de ser una esquimala es que pasas una noche con tu novio y al día siguiente te levantas embarazada de seis meses.
Dime con quien andas y te diré si voy contigo.
El instructor de la escuela de kamikazes les dijo a los alumnos: presten atención porque sólo voy a hacerlo una vez.
Viva cada día como si fuese el último. Un día vas a acertar.
No te ves horrible por la mañana? Entonces, levántate al mediodía.
Evite accidentes. Hágalo a propósito.
Toda cuestión tiene dos puntos de vista: el equivocado y el nuestro.
Última hora: Gemelo suicida mata hermano por error.
Un negro en la nieve es un blanco perfecto.
La verdad no es lo que importa... sino TENER la razón.
El que es capaz de sonreír cuando todo le esta saliendo mal, es porque ya tiene pensado a quien echarle la culpa.
Si no puedes convencerlos, confúndelos.
El ego es ese pequeño argentino que todos llevamos adentro.
Esta obsesión de suicidio me está matando.
El que sabe sabe... y el que no sabe es jefe.
Yo no sufro de locura... la disfruto a cada minuto.
El dinero no hace la felicidad... ¡la compra hecha!
Si su hijo llora déle leche de tarro, y si sigue llorando déle con el tarro.
La diferencia entre la amante y la esposa son 30 kilos, pero la diferencia entre el amante y el esposo son 30 minutos.
La diferencia entre E.T. y un hombre es que E.T. por lo menos intentó llamar a su casa.
¿Qué es más feo que encontrar un gusano en una manzana? ¡Encontrar medio gusano!
En realidad, lo único que se pierde no es la esperanza, es la paciencia.
martes, 13 de julio de 2010
FAP PICOSÓN
ATENTA CONVOCATORIA
ESTIMADOS FAPISTAS:
Tenemos una tarea pendiente con motivo de nuestro Tercer Aniversario, que es la celebración del FAP PICOSÓN. Someto a su consideración la siguiente propuesta:
El FAP PICOSÓN se realizaría el viernes 30 de julio. Se solicita una cooperación de $400. La agenda de trabajo se compondría de un precopeo en El Lepanto (8:00 a 10:00 pm) en que se se reuniría el dinero (contamos con $300 que sobraron de las playeras), se haría un detallado plan de acción, se cobraría a quien no hayan cooperado (siempre y cuando estén presentes), se tratarían asuntos generales y se partiría en caravana al cruce entre el Eje 5 y Tlalpan.
Si lo desean pueden hacer dos pagos de $200 (uno por quincena) o antes en la cuenta que conocen: 1133726363 de su servilleta.
Si alguien quiere llegar directo a ese lupanar, favor de avisar para no estar como pendejos esperándolos... pero con su varo, ok?.
Solicito su opinión o confirmación sobre esta propuesta para hacer los ajustes del caso, en el entendido de que esta convocatoria obedece al décimo mandamiento de nuestro decálogo.
ATENTAMENTE
JC, antes HR
Srio. Gral.
Servicio social y ceviches de pulpo: Dr. Castañeda.
NOTA CULTURAL:
La ilustración corresponde a un fresco ubicado en la llamada Villa de los Misterios en la ciudad de Pompeya.
La villa de los Misterios es uno de los edificios suburbanos de Pompeya, situado a unos doscientos metros de la Puerta de Herculano (presten atención), fuera de los límites de la ciudad. Se trata de una construcción que presenta una disposición armoniosa y singular de sus ambientes y una destacada colección pictórica. Fue construida en la primera mitad del siglo II a. C. y fue muchas veces remodelada y ampliada. Se presenta como una construcción de cuatro lados circundada por una terraza panorámica. Después del terremoto del año 62 la Villa cambió de propietarios y de usos: de vivienda señorial pasó a establecimiento agrícola.
Los usos finales de esta Casa constituyen el ejemplo de una vivienda de gran lujo unida a una explotación agrícola ganadera. Integrada al paisaje mediante grandes pórticos y galerías que dan a jardines colgantes, la Villa de los Misterios se muestra muy distinta de las casas encontradas en la ciudad.
Si bien casi todas sus paredes se encuentran decoradas con pinturas, destacan una serie de grandes frescos que se supone que representaban la iniciación de las esposas a los Misterios Dionisíacos. En la llamada Sala de la Gran Pintura, se desarrollan una serie de frescos que datan del siglo I a. C., que representarían los momentos sucesivos de un ritual que Roma intentó limitar sin mucho éxito.
Las imágenes son muy elocuentes: un niño leyendo el ritual bajo la supervisión de una matrona, una joven que lleva una bandeja con ofrendas, un grupo de señoras en una celebración sacramental, unsileno que toca una lira mientras una jovencita ofrece su seno a una cabra, otro viejo sileno ofrece una bebida a un pequeño sátiro mientras otro más joven le alcanza una máscara teatral, entre muchas otras. También se representan las bodas de Dionisio y Ariadna.
(Tomado de la Wikipedia)
viernes, 4 de junio de 2010
TERCER ANIVERSARIO DEL FAP
viernes, 30 de abril de 2010
URGENTE CONVOCATORIA
Por este medio, se convoca a PLENO EXTRAORDINARIO DEL FRENTE ALCOHOLERO Y POZOLERO, a celebrarse el día juebebes 6 de mayo a las 8:00 pm en el Lepanto (Puebla y Oaxaca, metro Insurgentes).
lunes, 1 de marzo de 2010
CONVOCATORIA AL PLENO DEL FAP
viernes, 19 de febrero de 2010
La música de Erich Zann, de H.P. Lovecraft
Que me falle la memoria no me sorprende lo más mínimo, pues mi salud, tanto física como mental, se vio gravemente trastornada durante el período de mi estancia en la Rue d´Auseil y no recuerdo haber llevado allí a ninguna de mis escasas amistades. Pero que no pueda volver a encontrar el lugar resulta extraño a la vez que me deja perplejo, pues estaba a menos de media hora andando de la universidad y se distinguía por unos rasgos característicos que difícilmente podría olvidar quien hubiese pasado por allí. Lo cierto es que jamás he encontrado a nadie que haya estado en la Rue d´Auseil.
La Rue d´Auseil quedaba al otro lado de un oscuro río bordeado de empinados almacenes de ladrillo con los cristales de las ventanas empañados, y se accedía a ella por un macizo puente de piedra ennegrecida. Estaba siempre lóbrego el curso de aquel río, como si el humo procedente de las fábricas vecinas impidiera el paso de los rayos del sol a perpetuidad. Las aguas despedían, asimismo, un hedor que no he vuelto a percibir en ninguna otra parte y que quizás algún día me ayude a dar con el lugar que busco, pues estoy seguro de que reconocería ese olor al instante. Al otro lado del puente podían verse una serie de calles adoquinadas y con raíles; luego venía la subida, gradual al principio, pero de una pendiente increíble a la altura de la Rue d´Auseil.
Jamás he visto una calle más angosta y empinada como la Rue d´Auseil. Cerrada a la circulación rodada, casi era un precipicio consistente en algunos lugares en tramos de escaleras que culminaban en la cresta en un impresionante muro cubierto de hiedra. El pavimento era irregular: unas veces losas de piedra, otras adoquines y a veces pura y simple tierra con incrustaciones de vegetación de un color verdoso y grisáceo. Las casas altas, con los tejados rematados en pico, increíblemente antiguas y estaban inclinadas a la buena de Dios hacia delante o hacia un lado. De vez en cuando podían verse dos casas con las fachadas frente por frente e inclinadas hacia delante, hasta el punto de formar casi un arco en medio de la calle; lógicamente, apenas luz alguna llegaba al suelo que había debajo de ellas. Entre las casas de uno y otro lado de la calle había unos cuantos puentes elevados.
Los vecinos de aquella calle me producían una extraña impresión. Al principio pensé que era debido a su natural silencioso y taciturno, pero luego lo atribuí al hecho de que todos allí eran ancianos. No sé cómo pude ir a parar a semejante calle, pero no fui yo ni mucho menos el único que se mudó a vivir a aquel lugar. Había vivido en muchos sitios destartalados, de los que siempre me había visto desalojado por no poder pagar la renta, hasta que finalmente un día me di de bruces con aquella casa medio en ruinas de la Rue d´Auseil que guardaba un paralítico llamado Blandot. Era la tercera casa según se miraba desde la parte superior de la calle, y la más alta de todas con diferencia.
Mi habitación estaba en el quinto piso. Era la única habitada en aquella planta, pues la casa estaba prácticamente vacía. La noche de mi llegada oí una música extraña procedente de la buhardilla que tenía justo encima, y al día siguiente inquirí al viejo Blandot por el intérprete de aquella música. Me dijo que la persona en cuestión era un anciano violinista de origen alemán, un hombre mudo y un tanto extraño, que firmaba con el nombre de Erich Zann y que por las noches tocaba en una orquestilla teatral. Y añadió que la afición de Zann a tocar por la noches a la vuelta del teatro era el motivo que le había llevado a instalarse en aquella alta y solitaria habitación abuhardillada, cuya ventana de gablete era el único punto de la calle desde el que podía divisarse el final del muro en declive y la panorámica que se ofrecía del otro lado del mismo.
En adelante no hubo noche que no oyera a Zann, y, aunque su música me mantenía despierto, había algo extraño en ella que me turbaba. No obstante ser yo escasamente conocedor de aquel arte, estaba convencido de que ninguna de sus armonías tenía nada que ver con la música que había oído hasta entonces, de lo que deduje que tenía que tratarse de un compositor de singular talento. Cuanto más la escuchaba más me atraía aquella música, hasta que al cabo de una semana decidí darme a conocer a aquel anciano.
Una noche, cuando Zann regresaba del trabajo, le salí al paso del rellano de la escalera y le dije que me gustaría conocerlo y acompañarlo mientras tocaba. Era pequeño de estatura, delgado y andaba algo encorvado, con la ropa desgastada, ojos azules, una expresión entre grotesca y satírica y prácticamente calvo. Su reacción ante mis primeras palabras fue violenta a la vez que temerosa. Con todo, el talante amistoso de mis maneras acabó por aplacarlo, y a regañadientes me hizo señas para que lo siguiera por la oscura, agrietada y desvencijada escalera que llevaba a la buhardilla. Su habitación, una de las dos que había en aquella buhardilla de techo inclinado, estaba orientada al oeste, hacia el muro que formaba el extremo superior de la calle. Era de grandes dimensiones, y aun parecía mayor por la total desnudez y abandono en que se encontraba. Por todo mobiliario había una delgada armadura metálica de cama, un deslustrado lavamanos, una mesita, una gran estantería, un atril y tres anticuadas sillas. Apiladas en desorden por el suelo se veían multitud de partituras. Las paredes eran de tableros desnudos, y lo más probable es que no hubieran sido revocadas en la vida; por otro lado, la abundancia de polvo y telarañas por doquier hacían que el lugar pareciese más abandonado que habitado. En suma, el bello mundo de Erich Zann debía sin duda encontrarse en algún remoto cosmos de su imaginación.
Indicándome por señas que me sentara, mi anciano y mudo vecino cerró la puerta, echó el gran cerrojo de madera y encendió una vela para aumentar la luz de la que ya portaba consigo. A continuación, sacó el violín de la apolillada funda y, cogiéndolo entre las manos, se sentó en la menos incómoda de las sillas. No utilizó para nada el atril, pero, sin darme opción y tocando de memoria, me deleitó por espacio de más de una hora con melodías que sin duda debían ser creación suya. Tratar de describir su exacta naturaleza es prácticamente imposible para alguien no versado en música. Era una especie de fuga, con pasajes reiterados verdaderamente embriagadores, pero en especial para mí por la ausencia de las extrañas notas que había oído en anteriores ocasiones desde mi habitación.
No se me iban de la cabeza aquellas obsesivas notas, e incluso a menudo las tarareaba y silbaba para mis adentros aunque sin gran precisión, así que cuando el solista depuso finalmente el arco le rogué que me las interpretara. Nada más oír mis primeras palabras aquella arrugada y grotesca faz perdió la expresión benigna y ausente que había tenido durante toda al interpretación, y pareció mostrar la misma curiosa mezcolanza de ira y temor que cuando lo abordé por vez primera. Por un momento intenté recurrir a la persuasión, disculpando los caprichos propios de la senilidad; hasta traté de despertar los exaltados ánimos de mi anfitrión silbando unos acordes de la melodía escuchada la noche precedente. Pero al instante hube de interrumpir mis silbidos, pues cuando el músico mudo reconoció la tonada su rostro se contorsionó de repente adquiriendo una expresión imposible de describir, al tiempo que alzaba su larga, fría y huesuda mano instándome a callar y no seguir la burda imitación. Y al hacerlo demostró una vez más su rareza, pues echó una mirada expectante hacia la única ventana con cortinas, como si temiera la presencia de algún intruso; una mirada doblemente absurda pues la buhardilla estaba muy por encima del resto de los tejados adyacentes, lo que la hacía prácticamente inaccesible, y además, por lo que había dicho el portero, la ventana era el único punto de la empinada calle desde el que podía verse la cumbre por encima del muro.
La mirada del anciano me hizo recordar la observación de Blandot, y de repente se me antojó satisfacer mi deseo de contemplar la amplia y vertiginosa panorámica de los tejados a la luz de la luna y las luces de la ciudad que se extendían más allá de la cumbre, algo que de entre todos los moradores de la Rue d´Auseil sólo le era dado ver a aquel músico de avinagrado carácter. Me acerqué a la ventana y estaba ya a punto de correr las indescriptibles cortinas cuando, con una violencia y terror aún mayores que los de hasta entonces había hecho gala, mi mudo vecino se abalanzó de nuevo sobre mí, esta vez indicándome con gestos de la cabeza la dirección de la puerta y esforzándose agitadamente por alejarme de allí con ambas manos. Ahora, decididamente enfadado con mi vecino, le ordené que me soltara, que no pensaba permanecer allí ni un momento más. Viendo lo agraviado y disgustado que estaba, me soltó a la vez que su ira remitía. Al momento, volvió a agarrarme con fuerza, pero esta vez en tono amistoso, y me hizo sentarme en una silla; luego, con aire meditabundo, se acercó a la desordenada mesa, cogió un lápiz y se puso a escribir en un francés forzado, propio de un extranjero.
La nota que finalmente me extendió era una súplica en la que reclamaba tolerancia y perdón. En ella, Zann decía ser un solitario anciano afligido por extraños temores y trastornos nerviosos relacionados con su música, amén de otros problemas. Le encantaba que escuchara su música, y deseaba que volviera más noches y no le tomara en cuenta sus rarezas. Pero no podía tocar para otros sus extraños acordes ni tampoco soportar que los oyeran; asimismo, tampoco podía aguantar que otros tocaran en su habitación. No había sabido, hasta nuestra conversación en el rellano de la escalera, que desde mi habitación podía oír su música, y me rogaba encarecidamente que hablase con Blandot para que me diera una habitación en un piso más bajo donde no pudiera oírlo por la noche. Cualquier diferencia en el precio del alquiler correría de su cuenta.
Mientras trataba de descifrar el execrable francés de aquella nota, mi compasión hacia aquel pobre hombre fue en aumento. Era, al igual que yo, víctima de trastornos físicos y nerviosos, y mis estudios de metafísica me habían enseñado que en tales casos se requería compresión más que nada. En medio de aquel silencio se oyó un ligero ruido procedente de la ventana; el viento nocturno debió hacer resonar la persiana, y por alguna razón que se me escapaba di un respingo casi tan brusco como el de Erich Zann. Cuando terminé de leer la nota, le di la mano a mi vecino y salí de allí en calidad de amigo suyo.
Al día siguiente Blandot me dio una habitación algo más cara en el tercer piso, situado entre la pieza de un anciano prestamista y la de un honrado tapicero. En el cuarto piso no vivía nadie.
No tardé en darme cuenta de que el interés mostrado por Zann en que le hiciera compañía no era lo que creí entender cuando me persuadió a mudarme del quinto piso. Nunca me llamó para que fuera a verlo, y cuando lo hacía parecía encontrarse a disgusto y tocaba con desgana. Las veladas siempre tenían lugar de noche, pues durante el día dormía y no admitía visitas. Mi afecto hacia él no aumentó, aunque parecía como si aquella buhardilla y la extraña música que tocaba mi vecino ejercieran una extraña fascinación sobre mí. No se me había ido de la cabeza el indiscreto deseo de mirar por aquella ventana y ver qué había por encima del muro y abajo, en la invisible pendiente con los rutilantes tejados y chapiteles que debían divisarse desde allí. En cierta ocasión subí a la buhardilla en horas de teatro, mientras Zann estaba fuera, pero la puerta tenía echado el cerrojo. Para lo que sí me las arreglé, en cambio, fue para oír las interpretaciones nocturnas de aquel anciano mudo. Al principio, iba de puntillas hasta mi antiguo quinto piso, y con el tiempo me atreví incluso a subir el último y chirriante tramo de la escalera que llevaba hasta la buhardilla. Allí, en el angosto rellano, al otro lado de la atrancada puerta que tenía el agujero de la cerradura tapado, pude oír con relativa frecuencia sonidos que me embargaron con un indefinible temor, ese temor a algo impreciso y misterioso que se cierne sobre uno. No es que los sonidos fuesen espantosos, pues ciertamente no lo eran, sino que sus vibraciones no guardaban parangón alguno con nada de este mundo, y a intervalos adquirían una calidad sinfónica que difícilmente podría imaginarme proviniese de un solo músico. No había duda, Erich Zann era un genio de irresistible talento. A medida que pasaban las semanas las interpretaciones fueron adquiriendo un ritmo más frenético, y el semblante del anciano músico fue tomando un aspecto cada vez más demacrado y huraño digno de la mayor compasión. Ya no me dejaba pasar a verlo, fuese cual fuese la hora a que llamara, y me rehuía siempre que nos encontrábamos en la escalera.
Una noche, mientras escuchaba desde la puerta, oí al chirriante violín dilatarse hasta producir una caótica babel de sonidos, un pandemonio que me habría hecho dudar de mi propio juicio si desde el otro lado de la atrancada puerta no me hubiera llegado una lastimera prueba de que el horror era auténtico: el espantoso e inarticulado grito que sólo la garganta de un mudo puede emitir, y que sólo se alza en los momentos en que la angustia y el miedo son más irresistibles. Golpeé repetidas veces en la puerta, pero no percibí respuesta. Luego, aguardé en el oscuro rellano, temblando de frío y miedo, hasta que oí los débiles esfuerzos del desventurado músico por incorporarse del suelo con ayuda de una silla. Creyendo que recuperaba el sentido tras haber sufrido un desmayo, renové mis golpes al tiempo que profería en voz alta mi nombre con objeto de tranquilizarle. Oí a Zann tambaleándose hasta llegar a la ventana y cerrar las cortinas y el bastidor, y luego dirigirse dando traspiés hacia la puerta, que abrió de forma vacilante para dejarme paso. Esta vez saltaba a la vista que estaba encantado de tenerme a su lado, pues su descompuesta cara resplandecía de alivio mientras me agarraba del abrigo, como haría un niño de las faldas de su madre.
Presa de patéticos temblores, el anciano me hizo sentarme en una silla mientras él se dejaba caer en otra, junto a la que se encontraban tirados por el suelo el violín y el arco. Durante algún tiempo permaneció inactivo, haciendo extrañas inclinaciones de cabeza, pero dando la paradójica impresión de escuchar intensa y temerosamente. A continuación, pareció recobrar el ánimo, y sentándose en una silla junto a la mesa escribió una breve nota, me la entregó y volvió a la mesa, poniéndose a escribir frenética e incesantemente. En la nota me imploraba que, por compasión hacia él y si quería satisfacer mi curiosidad, no me levantara de donde estaba hasta que él acabase de redactar un exhaustivo informe en alemán sobre los prodigios y temores que le asediaban. En vista de ello, permanecí allí sentado mientras el lápiz del anciano mudo corría sobre el papel.
Habría transcurrido ya una hora, y yo seguía allí esperando mientras el anciano músico proseguía escribiendo febrilmente y las hojas se apilaban unas sobre otras, cuando, de repente, Zann dio un respingo como si hubiera recibido una fuerte sacudida. No cabía error; sus ojos miraban a la ventana con la cortina echada y escuchaba en medio de grandes temblores. Luego, creí oír un sonido, esta vez no era horrible sino que, muy al contrario, se asemejaba a una nota musical extraordinariamente baja e infinitamente lejana, como si procediera de algún músico que habitase en alguna de las casas próximas o en una vivienda allende el imponente muro por encima del cual nunca conseguí mirar. El efecto que le produjo a Zann fue terrible, pues, soltando el lápiz, se levantó al instante, cogió el violín entre las manos y se puso a desgarrar la noche con la más frenética interpretación que había oído salir de su arco, a excepción de cuando lo escuchaba del otro lado de la atrancada puerta.
Sería inútil intentar describir lo que tocó Erich Zann aquella espantosa noche. Era infinitamente más horrible que todo lo que había oído hasta entonces, pues ahora podía ver la expresión dibujada en su rostro y podía advertir que en esta ocasión el motivo era el temor llevado a su máxima expresión. Trataba de emitir un ruido con el fin de alejar, o acallar algo, qué exactamente no sabría decir, pero en cualquier caso debía tratarse de algo pavoroso. La interpretación alcanzó caracteres fantásticos, histéricos, de auténtico delirio, pero sin perder ni una sola de aquellas cualidades de magistral genio de que estaba dotado aquel singular anciano. Reconocí la melodía -una frenética danza húngara que se había hecho popular en los medios teatrales-, y durante unos segundos reflexioné que aquélla era la primera vez que oía a Zann interpretar una composición de otro autor.
Cada vez más alto, cada vez más frenéticamente, ascendía el chirriante y lastimero alarido de aquel desesperado violín. El solista emitía unos ruidos extraños al respirar y se contorsionaba cual si fuese un mono, sin dejar de mirar temerosamente a la ventana con la cortina echada. En aquellos frenéticos acordes creía ver sombríos faunos y bacantes que bailaban y giraban como posesos en abismos desbordantes de nubes, humo y relámpagos. Y luego me pareció oír una nota más estridente y prolongada que no procedía del violín; una nota pausada, deliberada, intencional y burlona que venía de algún lejano lugar en dirección oeste.
En este trance, la persiana comenzó a batir con fuerza debido a un viento nocturno que se había levantado en el exterior, como si fuese en respuesta a la furiosa música que se oía dentro. El chirriante violín de Zann se superó a sí mismo y se lanzó a emitir sonidos que jamás pensé que pudieran salir de las cuerdas de un violín. La persiana trepidó con más fuerza, se soltó y comenzó a golpear con estrépito la ventana. Como consecuencia de los persistentes impactos en su superficie el cristal se hizo añicos, dejando entrar una bocanada de aire frío que hizo chisporrotear la llama de las velas y crujir las hojas de papel que había sobre la mesa en que Zann intentaba poner por escrito su abominable secreto. Eché una mirada a Zann y comprobé que estaba totalmente absorto en su tarea. Sus ojos estaban inflamados, vidriosos y ausentes, y la frenética música había acabado transformándose en una orgía desenfrenada e irreconociblemente automática que ninguna pluma podría siquiera intentar describir.
Una repentina bocanada, más fuerte que las anteriores, arrebató el manuscrito y se lo llevó hacia la ventana. Preso de la desesperación, me lancé tras las cuartillas que volaban por la habitación, pero ya se las había llevado el viento antes de conseguir llegar yo a las abatidas hojas de la ventana. En aquel momento recordé mi deseo aún insatisfecho de mirar desde aquella ventana, la única de la Rue d´Auseil desde la que podía verse la ladera que había al otro lado del muro y la urbe extendida a sus pies. La oscuridad era total, pero las luces de la ciudad estaban continuamente encendidas de noche por lo que esperaba poder verlas por entre la cortina de lluvia y viento. Pero cuando miré desde la ventana más alta de la buhardilla, mientras las velas seguían chisporroteando y el enajenado violín competía con los aullidos del nocturnal viento, no vi ciudad alguna debajo de mí ni percibí el resplandor de ninguna luz cordial procedente de calles conocidas, sino únicamente la oscuridad del espacio sin límites, un espacio lleno de música y movimiento, sin parecido alguno con ningún otro rincón de la tierra. Y mientras permanecía allí de pie contemplando con espanto aquel inimaginable espectáculo, el viento apagó las dos velas que iluminaban aquella vieja buhardilla, sumiéndolo todo en la más brutal e impenetrable oscuridad. Ante mí no tenía sino el caos y el pandemonio más absoluto; a mi espalda, la endiablada enajenación de aquellos nocturnales desgarros de las cuerdas de violín.
Tambaleándome, volví al oscuro interior de la habitación. Sin poder encender una cerilla, derribé una silla y, finalmente, me abrí paso a tientas hasta el lugar de donde provenían los gritos y aquella increíble música. Debía tratar de escapar de aquel lugar en compañía de Erich Zann, cualesquiera que fuesen las fuerzas que hubiera de vencer. En cierto momento me pareció como si algo frío me rozara y lancé un grito de espanto, pero éste fue sofocado por la música que salía de aquel horrible violín. De repente, en medio de aquella oscuridad total me rozó el arco que no cesaba de rasgar violentamente las cuerdas, con lo que pude advertir que me encontraba cerca del músico. Tanteé con las manos hasta tocar el respaldo de la silla de Zann, seguidamente, palpé y agité su hombro en un intento de hacerlo volver a sus cabales.
Pero Zann no respondió, y, mientras, el violín seguía chirriando sin mostrar la menor intención de parar. Puse la mano sobre su cabeza, logrando detener su mecánica inclinación y le grité al oído que debíamos escaparnos los dos de aquellos ignotos misterios que acechaban en la noche. Pero ni percibí respuesta ni Zann redujo el frenesí de su indescriptible música. Entre tanto, extrañas corrientes de aire parecían correr de un extremo a otro de la buhardilla en medio de la oscuridad y el desorden reinantes. Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando le pasé la mano por el oído, aunque no sabría bien decir por qué... no lo supe hasta que no palpé su cara inmóvil, aquella cara helada, tersa, sin la menor señal de respiración, cuyos vidriosos ojos sobresalían inútilmente en el vacío. Y a renglón seguido, tras encontrar milagrosamente la puerta y el gran cerrojo de madera, me alejé a toda prisa de aquel ser de vidriosos ojos que habitaba en la oscuridad y de los horribles acordes de aquel maldito violín cuya furia incluso aumentó tras mi precipitada salida de aquella estancia.
Salté, conservé el equilibrio, descendí volando las interminables escaleras de aquella tenebrosa casa; me lancé a correr sin rumbo fijo por la angosta, empinada y antigua calle de escalones y desvencijadas casas. Como una exhalación descendí las escaleras y salté por encima del adoquinado pavimento, hasta llegar a las calles de la parte baja y al hediondo y encajonado río; resollando, crucé el gran puente oscuro que conduce a las amplias y saludables calles y bulevares que todos conocemos... todas ellas son terribles impresiones que me acompañarán donde quiera que vaya. Aquella noche, recuerdo, no había viento ni brillaba la luna, y todas las luces de la ciudad resplandecían.
A pesar de mis afanosas pesquisas e indagaciones, no he vuelto a localizar la Rue d´Auseil. Pero no puedo decir que lo sienta demasiado, ya sea por todo esto o por la pérdida en insondables abismos de aquellas hojas con apretada letra que únicamente la música de Erich Zann podría haber explicado.
viernes, 12 de febrero de 2010
"Que no me importe, no quiere decir que no lo entienda"
“Aquí está el alcohol, la causa y la solución de todos los problemas de la vida”
“Hijo, cuando participes en eventos deportivos, no importa si ganas o pierdes: sino en ¡cuánto te emborrachas!”
“¡Operadora! ¡Déme el número para el 911!”
“Lisa, los vampiros son seres inventados, como los duendes, los gremlins y los esquimales”.
“Los libros no sirven. Solo he leído un libro en la vida, Matar a un ruiseñor, y no me dio ninguna idea sobre cómo matar ruiseñores. Claro que me enseñó a no juzgar a un hombre por el color de su piel… pero ¿De qué me sirve eso?”
“En la vida hay tres clases de personas, los que saben contar y los que no”.
“Nosotros no necesitamos ir a clases de inglés, de todas formas nunca iremos a Inglaterra”.
(Homero con Mulder y Scully, con el detector de mentiras)
Scully: Bien Homero, voy a hacerle unas simples preguntas, que deberá responder diciendo solamente si o no, ¿entendió?
Homero: Si.
(El detector de mentiras explota)
“Normalmente no rezo, pero si estás ahí, por favor, sálvame Supermán”
“Hoy estoy teniendo el mejor día de mi vida, y ¡todo se lo debo a no ir a la iglesia!”
"¿Por que es tan importante ir a ese edificio todos los domingos? ¿No está Dios en todas partes?"
“¡No soy un mal tipo! Trabajo duro y quiero a mis hijos. Entonces, ¿Por qué tengo que pasarme medio domingo escuchando cómo voy a ir al infierno?”
“Querido Señor: Los dioses han sido buenos conmigo. Por primera vez en mi vida todo es perfecto tal y como está. Así que éste es el trato: Tú congelas todo tal y como está y yo no te pediré nada más. Si te parece bien, por favor no me des ninguna señal. Eso es, trato hecho”.
“¡Bart, seremos millonarios! Podremos comprar todo tipo de cosas útiles, como… ¡Amor!”
“Hijo, si realmente quieres algo en esta vida, tienes que luchar por ello. ¡Ahora silencio! Van a anunciar los números de la lotería”.
“Bueno, es la una de la madrugada. Mejor ir a casa y pasar algo de tiempo de calidad con mis hijos”.
“Cuando miro las caras sonrientes de los niños, es que están planeando golpearme con algo”.
“No es fácil organizarse con una mujer embarazada e hijos con problemas. Pero de alguna forma consigo organizarme para ver la televisión 8 horas al día”.
“¡Televisión! Maestro, madre, amante secreta”.
Homero (Borracho): “Veamos, el problema con mi familia es que son cinco: Marge, Bart, chica Bart, la niña que nunca habla y el hombre gordo. ¡Oh! A él realmente lo admiro”.
“Un reactor nuclear es como una mujer. Sólo tienes que leer el manual y apretar los botones adecuados”.
“Muy bien hijo, una mujer es como…un refrigerador. De 2 metros de alto, unos 100 kilos, hacen hielo y… no, mejor una mujer es como una cerveza…huelen bien, se ven bien y puedes matar a tu madre por conseguir una…Y no puedes beber solo una…”
“Me voy al asiento trasero de mi auto con la mujer que amo y no voy a regresar por 10 minutos”.
Marge: “Esta es la peor cosa que has hecho” Homero: “Dices eso tan a menudo que ya perdió sentido”.
“Marge, eres tan hermosa como la Princesa Leia y tan lista como Yoda”.
“Bueno hijos, a mamá la veo muy estresada, dejemos que levante la mesa tranquila”.
Bart: "Papá, ¿Esto es arte o vandalismo?" Homero: "Deja que la corte lo decida".
“Niños porque no me importen, no quiere decir que no los entienda”
“Niños lo intentaron y fallaron terriblemente. La lección es: Nunca lo intenten”.
(Ned Flanders puede ver cómo muere la gente) Ned: "Homero, tú vas a morir comiendo un sándwich." Homero: "¿Qué tipo de sandwich?" Ned: "Country parmesano." Homero: "¡Woo– hoo!"
"No dejes que la muerte de Krusty te hunda muchacho. La gente siempre acaba muriéndose. Es así de simple. Es más, mañana podrías amanecer muerto. Buenas noches."
“Quiero compartir algo contigo: Tres pequeñas frases que te ayudarán a lo largo de tu vida: 1- ¡Cúbreme!, 2- ¡Buena idea Jefe!, 3- Estaba así cuando llegué”.
“Creo que Smithers me escogió por mi capacidad de motivación. Todos dicen que tienen que trabajar mucho más cuando yo estoy cerca”.
“Si algo es difícil y duro de hacer, estonces no merece la pena hacerlo”.
“Intentarlo es el primer paso hacia el fracaso”.
sábado, 6 de febrero de 2010
Entre la cirrosis y la sobredosis...
Según este autor la tarea más importante y la más dificil en la educación de un niño es ayudarle a encontrar sentido en la vida. Desarrollar recursos internos para enriquecer las emociones, el intelecto y la imaginación. La literatura infantil moderna, que pretende desarrollar la mente y la personalidad del niño, no consigue ofrecerle recursos para reconocer y resolver sus inquietudes.
¿Qué ofrecen los cuentos de hadas? Transmiten a los niños, de diversas maneras, que la lucha contra las dificultades de la vida es inevitable,forma parte de la existencia humana. Plantean problemas existenciales. Afirma el autor que
"contrariamente a lo que sucede en las modernas historias infantiles, en los cuentos de hadas el mal está omnipresente, al igual que la bondad. Prácticamente en todos estos cuentos tanto el bien como el mal toman cuerpo y vida en determinados personajes y sus acciones, del mismo modo que están también omnipresentes en la vida real, y cuyas tendencias se manifiestan en cada persona. Esta dualidad plantae un problema moral y exige una ardua batalla para resolverlo."