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lunes, 30 de junio de 2008

JEP: 69 AÑOS

Hoy, 30 de junio, José Emilio Pacheco, poeta entrañable, el polígrafo más lúcido de nuestros días, cumple 69 años. Quienes tuvimos oportunidad de contactarlo así sea en esa liturgia que son los cursos anuales en El Colegio Nacional tenemos grabada una estela de iluminación imborrable.

Sus escritos y su presencia han recorrido al menos dos generaciones (su primer poemario apareció cuando apenas tenía 17 años), pues desde los años 50 del siglo pasado, JEP (como firma su columna Inventario) ha recorrido temas poco o nada tratados en nuestra literatura y en nuestra historia. Salvo la novela (Las Batallas en el Desierto y Morirás Lejos, son sí novelas pero cortísimas), su prosa sentencia la descripción de lo cotidiano. Cuentos como El principio del placer, aún pueden tocar la sensibilidad de cualquier persona joven que se descubre vulnerable y desnudo ante los otros. La suya, es una obra que conmueve. Con un dramatismo, calmo, como resignado ante la fugacidad inevitable de las cosas.

Su poesía, tal vez su quehacer más prolifico y más esclarecedor, sobre todo la poesía de los 80 y 90, cae en un género fabulístico en que hasta las piedras nos piden una explicación, en que el mar no termina y los animales festejan el no ser seres humanos. Más que de sentimientos o intimidades, los poemas de José Emilio son microensayos, trozos de sabiduría (eso, de un hombre sabio) que entintan nuestras atrofiadas neuronas y nos derriban o nos enternecen. La historia y el absurdo cotidiano vuelan por los aires cuando caen en las tintas de nuestro autor.

Según Julio Torri “toda la historia de la vida de un hombre está en su actitud”, frase que cabalmente modela la personalidad literaria de Pacheco, quien sabe que lo leído es tan nuestro como lo vivido y que jamás ha aceptado la idea del texto definitivo: “mientras viva seguiré corrigiéndome”:

Todos somos poetas de transición

La poesía jamás se queda inmóvil

Pero, como pocos, JEP se reinventa. Eso, su sencillez y su capacidad de vivir acorde a su tiempo, tal vez sean la clave de que sea uno de los autores más leídos y reconocido por la gente joven (en este país de no lectores y menos de poesía). Jorge Fernández Granados, recopila la mutación de los versos De algún tiempo a esta parte, incluido en Los elementos de la noche (1963). Originalmente, este poema decía:

III

En el último día del mundo -cuando ya no haya infierno, tiempo ni mañana- dirás su nombre incontaminado de cenizas, de perdones y miedo. Su nombre alto y purísimo, como ese roto instante que la trajo a tu lado.

 

En la edición de 1980, en la obra reunida con el título Tarde o temprano quedó así:

3

En el último día del mundo dirás su nombre alto y purísimo como ese instante que la trajo a tu lado.

 

En la edición de Los elementos de la noche en 1983:

3

En el último día del mundo dirás su nombre, simple y perfecto como ese instante que la trajo a tu lado.

 

Y en la versión del año 2000 de Tarde o temprano, el poema sólo dice:

3

En el último día del mundo dirás su nombre.

Aunque el poema se ha reescrito, algo permanece: el testimonio del presente, la fidelidad al paso del tiempo; estamos hechos de tiempo, ha escrito. Valga esto para el más humilde de los testimonios de admiración y como un pretexto para recordar los siguientes poemas. Porque, como también escuché alguna vez decir a Ricardo Garibay, si todos, antes de salir a la calle, leyéramos un poema, este país sería distinto.

 

 

LOS ELEMENTOS DE LA NOCHE

 

Bajo el mínimo imperio que el verano ha roído

se derrumban los días, la fe, las previsiones.

En el último valle la destrucción se sacia

en ciudades vencidas que la ceniza afrenta.

 

La lluvia extingue

el bosque iluminado por el relámpago.

La noche deja su veneno.

Las palabras se rompen contra el aire.

 

Nada se restituye, nada otorga

el verdor a los campos calcinados.

 

Ni el agua en su destierro

sucederá a la fuente

ni los huesos del águila

volverán por sus alas.

 

PRESENCIA

 

Homenaje a Rosario Castellanos

 

¿Qué va a quedar de mí cuando me muera

sino esta llave ilesa de agonía,

estas pocas palabras con que el día,

dejó cenizas de su sombra fiera?

 

¿Qué va a quedar de mí cuando me hiera

esa daga final? Acaso mía

será la noche fúnebre y vacía

que vuelva a ser de pronto primavera.

 

No quedará el trabajo, ni la pena

de creer y de amar. El tiempo abierto,

semejante a los mares y al desierto,

 

ha de borrar de la confusa arena

todo lo que me salva o encadena.

Más si alguien vive yo estaré despierto.

 

A QUIEN PUEDA INTERESAR

 

Que otros hagan aún

    el gran poema

los libros unitarios

    las rotundas

obras que sean espejo

    de armonía

 

A mí sólo me importa

    el testimonio

del momento que pasa

    las palabras

que dicta en su fluir

    el tiempo en vuelo

 

La poesía que busco

    es como un diario

en donde no hay proyecto ni medida

 

FIN DE SIGLO

 

La sangre derramada clama venganza.

Y la venganza no puede engendrar

sino más sangre derramada

           ¿Quién soy:

el guarda de mi hermano o aquel

           a quien adiestraron

para aceptar la muerte de los demás,

           no la propia muerte?

¿A nombre de qué puedo condenar a muerte

a otros por lo que son o piensan?

Pero ¿cómo dejar impunes

la tortura o el genocidio o el matar de hambre?

            No quiero nada para mí:

            sólo anhelo

            lo posible imposible:

            un mundo sin víctimas.

 

Cómo lograrlo no está en mi poder;

escapa a mi pequeñez, a mi pobre intento

de vaciar el mar de sangre que es nuestro siglo

 

con el cuenco trémulo de la mano

Mientras escribo llega el crepúsculo

cerca de mí los gritos que no han cesado

            no me dejan cerrar los ojos

 

MEMORIA

 

No tomes muy en serio

lo que te dice la memoria.

 

A lo mejor no hubo esa tarde.

Quizá todo fue autoengaño.

La gran pasión

sólo existió en tu deseo.

 

Quién te dice que no te está contando ficciones

para alargar la prórroga del fin

y sugerir que todo esto

tuvo al menos algún sentido.

 

 

INDESEABLE

 

No me deja pasar el guardia.

He traspasado el límite de edad.

Provengo de un país que ya no existe.

Mis papeles no están en orden.

Me falta un sello.

Necesito otra firma.

No hablo el idioma.

No tengo cuenta en el banco.

Reprobé el examen de admisión.

Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.

Me desemplearon hoy y para siempre.

Carezco por completo de influencias.

Llevo aquí en este mundo largo tiempo.

Y nuestros amos dicen que ya es hora

de callarme y hundirme en la basura.

 

ENCUENTRO

 

Ya me encontré a mí mismo en una esquina del tiempo.

No quise dirigirme la palabra,

en venganza por todo lo que me he hecho con saña.

Y me seguí de largo y me dejé hablando solo

–con gran resentimiento por supuesto.

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