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viernes, 13 de febrero de 2009

EL SANTO, SIN LÍMITE DE TIEMPO



1. Rodolfo Guzmán Huerta nació quinto (entre siete hijos) en Tulancingo, Hidalgo el 23 de septiembre de 1917. Llegó a la Ciudad de México en los años 1920, cuando su familia se asentó en el barrio de Tepito. En un inicio practicó béisbol y fútbol americano, y entonces se interesó por la lucha. Aprendió jūjitsu y lucha grecorromana.

No se sabe exactamente cuando debutó. O fue en la Arena Peralvillo Cozumel el 28 de junio de 1934 (usando su verdadero nombre), o en el Deportivo Islas, en la colonia Guerrero, de la ciudad de México en 1935. Pero durante la segunda mitad de la década de 1930 se estableció como un luchador, usando los nombres de: Rudy Guzmán, El Hombre Rojo, El enmascarado, El Demonio Negro, El Murciélago II. Este último nombre fue una copia de otro famoso luchador de esa época, y después de un reclamo por el nombre por parte del Murciélago original, Jesús Velásquez, la Comisión Mexicana de Boxeo y de Lucha declaró que Guzmán no podría utilizar ese nombre.

2. En los inicios de 1940, Guzmán se casó con María de los Ángeles Rodríguez Montaño (Maruca), una unión que produciría diez hijos, uno de los cuales siguió sus pasos en el pancracio.

En 1942 su entrenador, don Jesús Lomelí, estaba armando un nuevo equipo de luchadores, todos con vestimentas plateadas, y quería que Rodolfo fuera parte de este equipo. Él le sugirió tres nombres: El Santo, El Diablo, o El Ángel, y Rodolfo eligió el primero. El 26 de julio luchó en la Arena México por primera vez como El Santo, en el bando de los rudos; posteriormente se cambió al bando técnico. Bajo su nuevo nombre rápidamente desarrolló su propio estilo, siempre ágil y versátil.

3. Antes de celuloide, Santo, el héroe, fue de papel. José G. Cruz, uno de los creadores de la historieta en México, comenzó a garabatear su mitología. Su serie “Santo, el enmascarado de plata”, entre fotonovela y comic apareció en 1948  e hizo de Rodolfo Guzmán un hombre muy ocupado. A medida que el tiraje se disparaba (llegaría a más de un millón) y el cine, destino inevitable, se avistaba en su camino, Rodolfo Guzmán debía encarnar a Santo como una figura de la farándula, además de mantener su prestigio deportivo. El personaje y el hombre llevaban existencias simultáneas y mezcladas. Cada vez iba quedando menos tiempo para sacarse la máscara y ventilar la cara.

El gran éxito del cómic, junto con la popularidad de las primeras transmisiones televisivas de lucha, aseguraban que la conversión de Santo en estrella de cine sería un negocio venturoso. Curiosamente el héroe debutaría dos veces. El personaje apareció por primera vez en el cine (“El enmascarado de plata”, 1952) interpretado por otro luchador, el Médico Asesino. El debut propiamente dicha tendría lugar en 1958, casualmente en Cuba pre revolucionaria, locación frecuente de producciones de bajo presupuesto. Pero no lo seguiría siendo por mucho tiempo, los rebeldes tomarían el poder días después de concluidos “Santo contra Cerebro del Mal” (1958) y “Santo contra los Hombres Infernales” (1958), sus dos primeros films rodados en simultáneo.

4. El estilo de las películas de El Santo fue el mismo durante las casi 60 películas que protagonizó, con argumentos donde actuaba como superhéroe luchando contra mujeres vampiro, profanadores de tumbas, monias de Guanajuato, asesinos de otros mundos, la hija de Frankenstein, Drácula y el hombre lobo, el Doctor Muerte, la Llorona y hasta contra Capulina. O contra todos a la vez, cómo no. Y por supuesto monstruos, momias, gangsters o marcianos gustan de arreglar su diferencia mediante la lucha libre.

Santo nunca se consideró a sí mismo un actor y eso salta a la vista en sus 53 películas. Cuando no luchaba en el ring o aporreaba a los malvados de turno, Santo se desplazaba pesadamente por los sets. Un hombre enmascarado doblemente inexpresivo. Sus textos, generalmente escasos, eran pronunciados después por un actor de doblaje. La voz sustituta, serena y paternal, era parte del maquillaje de héroe. Con el tiempo, Santo iría desinteresándose aún más de la molestia de memorizar líneas. Total, después alguien se encargaba de volverlas a decir y el desfase en la edición no parecía un problema.

Las películas del Santo hicieron del bajo presupuesto toda una estética. Castillos góticos con maquetas de cartón, laboratorios equipados con sustancias burbujeantes y discos que giraban sin motivo, monstruos que se derretían con el calor de las luces y sostenidos por hilitos que nadie se ocupaba en ocultar. Guiones que ignoraban lo imposible y despreciaban explicaciones. Era entretenimiento pensado para el disfrute de las salas “piojo” a lo largo de México y despreocupado del desdén de críticos y la burguesía.

Su película más famosa es El Santo contra las Momias de Guanajuato, al menos así conocida popularmente, ya que su nombre verdadero es Las Momias de Guanajuato y es una película protagonizada por Mil Máscaras y Blue Demon en la que Santo únicamente hace una presentación estelar al final. Para el público más conocedor de la figura cinematográfica tanto en México como en el extranjero, la película más conocida es Santo vs. las Mujeres Vampiro. En esta película la inversión en la producción fue más alta, y dio una pauta para introducir un origen y la creación de su mitología, estableciendo que él era el último en una línea de luchadores contra el mal. El Santo, casi, nadie es el único superhéroe latinoamericano. Sus películas, de tan malas, son sublimes.

Hubo una producción fílmica apócrifa llamada "3 Dev Adam" (Los Tres Poderosos, 1973) hecha por los turcos, no autorizada por Rodolfo Guzmán Huerta, en donde el Santo, con la ayuda del Capitán América combate la mafia del Hombre Araña quien en la película aparece como malvado. Ésta, por cierto merece un especial en estas páginas.

Hay grandes momentos de estas películas que llegan al surrealismo y al más fino humor involuntario. En “Santo contra los secuestradores” (1972), el héroe baja de un avión en Quito (obviamente enmascarado) y encuentra al pie de la escalinata al dizque jefe de la policía con un diálogo como éste: “Santo, qué haces por acá?” (lo mismo podría preguntarle el enmascarado), “Vengo de incógnito, a una misión secreta”. Sí, claro con máscara en un vuelo internacional y la misión es tan secreta que ya la dijo.

5. Jamás perdió su máscara plateada en combate y se creó el mito de que nunca se  la quitaba, ya que si lo hacía, moriría. Sólo en dos películas lo hace. En “El hacha asesina (1965), en una escena inusual, Santo se desenmascara por amor. De espaldas a la cámara, y hecho por un doble, Santo se muestra a su novia. “Tú serás la primera y la última en verlo”, le dice. Pero ya sabemos que Santo controla perfectamente sus emociones como para hacer de esto otra cosa que no sea una película de fantasía y luchas.

Un año después en “Santo vs. la invasión de los marcianos” (por cierto, después de verla uno piensa que el Planeta Rojo es un gran gym, los marcianos están bien mameyes y las marcianas súper buenas), dominado por el poder de ensoñación de dos bellas marcianas, Santo se deja sacar la máscara para recibir mejor los besos. El espectador tendrá que conformarse con la nuca de un doble. La pierde también en el ring; un marciano logra desamarrar su máscara. Pero Santo prevenido vale por dos: llevaba otra debajo.

Santo se retiró de los encordados en 1982 en apoteósica función en el hoy desmantelado Toreo de Cuatro Caminos. En 1984 se presentó en el programa "Contrapunto" de Jacobo Zabludovsky, donde éste logró lo que nadie pudo hacer en el cuadrilátero: despojar de su máscara a El Santo, dejando ver por primera vez parte de su verdadera identidad, un rostro sin nada fuera de lo común y envejecido. Blue Demos, presente en el programa lamentó el gesto de Rodolfo Guzmán. Se corrió el rumor de que si El Santo era despojado de su máscara, moriría.

El hombre que triunfó en la lucha, los comics y el cine murió de un infarto al miocardio después de una actuación en el Teatro Blanquita, el 5 de febrero de 1984 unos días después del citado programa; sin embargo, éste no era el primer infarto que sufría, ya que algunos años antes sufrió uno en el ring cuando se enfrentaba a los Misioneros de la Muerte.

En esos años, Botellita de Jerez le dedico un Guacarrock cuyo inicio (recitado mezcla de Brecht y Silvio) viene mucho al caso:

“Hay hombres que luchan un día y son buenos,

hay hombres que luchan muchos años y son muy buenos,

pero hay quienes luchan todos los domingos. . . esos son los chidos.”

viernes, 6 de febrero de 2009

Bichos en el GPPRD


Cualquiera que conozca las películas infantiles reconocerá "Bichos". Lo que tal vez no hayan notado sean las influencias de otros filmes como "Los siete samurais", la mejor muestra fílmica de las ideas leninistas de la vanguardia; la necesidad de una dirección que guíe a las masas a librarse de la opresión: de unos ladrones en el clásico de Kurosawa, o de los grillos que comanda Skipper en "Bichos".

En "Los siete samurais", los campesinos contratan a unos guerreros para que luchen por ellos y los liberen de la plaga. En la ciudad, la delegación del poblado contrata ocho samurais, pero uno de ellos (el personaje interpretado por Toshiro Mifune) no es samurai sino un ronin (un mercenario); por eso el título.

En "Bichos", para deshacerse del torpe pero ingenioso Flick, las hormigas lo envían a contratar insectos guerreros para que luchen por ellos para deshacerse de la plaga de grillos que despojan al hormiguero de los alimentos que recolectan. El personaje confunde a unos insectos de circo con dichos guerreros y los lleva al hormiguero.

Hasta ahí las similitudes entre las películas.

La situación que corren nuestros compañeros y compañeras de trabajo se ve reflejada en este genial video que retoma algo que hacen las hormigas al final: acaban con la plaga por una simple razón: son más, tienen la razón y se unen a una causa común.

Y esa similitud entre las hormiguitas y las y los trabajadores del Grupo Parlamentario es lo que podrá hacer que defiendan con éxito su dignidad y su trabajo.